Jaime Antillaque Carnero (Arequipa 1967 - 2020)
Presentación
Pintar es muchas veces un acto de supervivencia y como se dice el Arte representa, recrea o interpreta la vida, pero para algunos, solo para algunos pocos el Arte es la vida misma.
Jaime Antillaque es uno de esos algunos
pocos. Aún puedo ver a mi amigo caminando por las calles, caminando las noches,
la literatura, el Jazz, apasionado como un niño por su pintura, puedo escuchar
también su grave voz hablando con natural sapiencia, descarnando la palabra
derivada de sus despejadas ideas, pero a su vez profundas, a veces complicadas
al simple oír, a veces tan paralelas a los trazos de su obra. Podías ver en sus
cuadros ya sean paisajes, retratos o autorretratos los esquemas y circuitos de
sus pensamientos calcados de su peculiar intelectualidad, pero en ellos también
vibraban la emoción, la furia y de cierto modo una locura contenida,
distinguible sólo en seres como él.
El universo al que nos lleva, es un
universo aparentemente oscuro, sin embargo hay en su vibración una voz tierna y
nostálgica porque es de los seres más cercanos y de él mismo de quienes dice en
su pintura, seres que comprende y ama, seres que estallan entre líneas,
grafismos, y automatismos compositivos y de gestualidad en clave de poesía,
seres de impactante profundidad, de extremos atados a un único corazón.
Jaime gustaba de la poesía y de la
Literatura, del Jazz. Escuchaba a Charlie Parker y Miles Davis y es por ahí por
donde se puede comenzar a entender la ambigüedad de su ser a todo nivel, de un
lado alcanzaba a ser muy complejo, lleno hasta el hartazgo de invariables
frecuencias y del otro lado era llano y sencillo, de un actuar y sonidos Zen,
despreocupado a niveles del sarcasmo, seguirlo a veces en su viaje intelectual
era encontrarte con escollos tentativos, no obstante siempre esclarecedores y
positivos, en el colmo de los colmos entrañables. Hasta donde mi memoria nada
milimétrica alcanza lo recuerdo como al amigo, como al artista, claro decidor ,
pintor único en su especie, que nos dio una belleza incomparable con una marca
altamente personal y dejó una huella imborrable en todos los que tuvimos la
fortuna de ser sus amigos, un esquimal de arcilla como alguna vez se lo dije,
un intenso pensador con el corazón de un oso o de un niño. A Jaime no le
interesaba esa belleza fácil de digerir, desarrolló su técnica y temática
apelando íntimamente a su espiritualidad innata pero sobre todo al poder de su
psiquis y de su temple creativo. Sin
embargo toda esta vorágine que ahora veo extasiado implicaba también un perfil
autodestructivo con sonrisa de bohemia. Sólo me queda pensar que es el destino
de esos genios que creemos comprender pero que en realidad nunca comprendemos.
Hasta siempre Jaimito, Salud!
José Luis Delgado Otero
1 Comentarios
Excelente muestra.
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